Son días de dolor.
Son días dolorosos.
Son días de rogar para que no se
nos coma el dolor.
Los pasos de las procesiones de
la Semana Santa son todos recordatorios del dolor.
La Piedad de Miguel Ángel nos
dejó una imagen fidedigna de lo que nos atosiga a todos : El dolor sin nombre y
sin un destinatario fijo. Todos padecemos de dolor en algún momento de nuestra
vida.
Nuestra vida se parece tanto a
los pasos de la Semana Santa.
Nos recuerda todo lo que somos y
todo lo que seremos.
Parece que este tiempo de
recogimiento es propicio para rememorar nuestras debilidades como seres
humanos.
Todos tenemos que ser conscientes
de que este mundo nos acoge el día de nuestro nacimiento con alegría. Crecemos
y nos hacemos adultos. Vienen los hijos y luego los nietos en un continuo
caminar por la vida.
La época que anualmente nos
recuerda el dolor de una madre por su hijo, condenado a morir en la Cruz, es un
momento de hacer un alto en el camino y tratar de interiorizar las enseñanzas
de una tradición que se mantiene a través de más de 2.000 años de historia.
Podemos no ser creyente. Podemos
no tener ninguna idea religiosa de ninguna de las miles de religiones que han
existido, que existen y que posiblemente existirán, después de nuestro efímero paso por esta vida terrenal.
Pero lo incuestionable es que
existió alguien que dejó una huella indeleble en la humanidad.
Algunos me dirán que han existido
otros como El.
No es verdad.
Después de El y al cabo de más de
600 años de su muerte y resurrección se produjo un hecho insólito : Se inició una nueva religión basada en
grandes coincidencias con la que se había consolidado en estos 600 años. Se llamó
con otro nombre y tuvo otro dios y otro profeta, pero se parecían ambas como
dos gotas de agua al abrazar a un solo dios, desterrando a los cientos de
dioses de los anteriores seres que poblaron la tierra.
Lo mejor de todas las religiones
es que, unas más y otras menos, se esfuerzan en hacer comprender a los seres
humanos la debilidad de nuestra existencia.
Nos dicen que debemos de ser
buenos con nosotros mismos y con los demás.
Nos prometen otra vida. Cosa
imposible de comprender con nuestras pobres y defectuosas mentes.
Nos dicen que nos castigarán si no
somos buenos o hacemos daño a los demás.
Sin que nos lo diga nadie es una
norma básica de nuestra convivencia entre todos los que habitamos este mundo en
un momento determinado.
Pero hay muchos seres que no lo
entienden así. Son los que se erigen en nuestros depredadores sin cuartel.
Creándonos este eterno malestar de guerras interminables y malas prácticas
continuas que nos ahogan y no nos dejan vivir.
Todos tenemos infinidad de enemigos que nos desean lo peor
de esta vida por ser personas cabales y que no hacemos daño a nadie.
La maldad diabólica está
instalada entre nosotros y nos lleva de un lado al otro con total impunidad.
Somos incapaces de hacerle frente con nuestras pobres mentes.
Muchísimos seguidores del mal nos
atosigan cada día y nos dejan sin aliento con sus ataques inhumanos.
Por esto es tan importante que,
si seamos seguidores de Cristo o no lo seamos, que aprendamos de sus enseñanzas
lo que más nos importa : No hacernos daño los unos a los otros. Respetarnos
todos, como el nos respetó. Creer que sin misericordia no existe nada. La
venganza y las malas artes en la vida llevan su castigo. Y tantos y tantos buenos
sentimientos que nos harán mejores a los ojos de los demás.
Cuando pasen estos días y
volvamos a las tareas cotidianas, esperemos que nos hayan marcado y nos hayan
hecho más buenas personas.
Si tenemos el don de ser buenas
personas conseguiremos que los demás lo sean también.
No tenemos duda de que estamos en
tiempos muy dolorosos, tanto por los días de la Semana Santa como por los días,
semanas, meses y años de dolor que nos ha tocado vivir desde que un iluminado
llegó al gobierno hace unos nueve años y nos ha dejado postrados, sin aliento,
sin nada de futuro y con posibilidades grandes de no volver a ser como antes de
su entronización como presidente del gobierno de España.
Pero esto es otro dolor.
Es un dolor mundano.
Estamos a la espera de que saquen
alguna medicina que nos atenúe el dolor. Y a ser posible, nos lo erradique
totalmente. Aunque para ello tengamos que padecer una pérdida traumática de alguno
de nuestros apreciados miembros.
Es mejor perder un miembro que
perder la vida por salvarnos todo el cuerpo.
Entendamos que me refiero a un
cuerpo metafísico y no a nuestro cuerpo físico.
Cada día tenemos una de cal y
otra de arena.
Unos dicen que se terminan los
sufrimientos, como si nos acogiéramos a los dolores de la Semana Santa y se
fueran con ella.
Otros dicen que nuestro
sufrimiento aún nos durará mucho más tiempo.
Yo quisiera creer a los primeros
y que la resurrección fuera para todos igual que fue la anterior : Una Gloria
inmensa.
Todos rogamos incesantemente para
que nuestros dirigentes encuentren la solución a todos nuestros problemas.
Tenemos necesidad de que se
terminen los dolores a que nos tienen acostumbrados y podamos vivir en paz y
prosperidad de una vez por todas.
Si lo logran recibirán nuestras
bendiciones. Si no lo logran que Dios se lo demande. Ya que nosotros pobres
mortales poca cosa podemos hacer.
Yo quiero creer más a los que nos
dicen que se han terminado los tiempos de sufrimientos y dolores que a los que
pronostican que seguiremos con los mismos o más ataques a nuestra mísera vida
como habitantes de este país.
Aunque no lo creo posible, yo y
la inmensa mayoría de habitantes de España, seríamos inmensamente felices, si
los partidos políticos, sean los que gobiernan en alguna región, en algún
ayuntamiento, en al gobierno central y los de la actual oposición a cualquiera
de ellos, se reunieran y pusieran de su parte todo lo que sea necesario para crear
las condiciones necesarias para una nueva resurrección del cuerpo de nuestra
pobre nación, tan menospreciada y tan martirizada a que la tienen sometida
entre unos y otros.
La tienen entre todos tan
martirizada y descuartizada que ya solo nos falta que nos claven en la cruz.
Pues la hiel ya nos la están dando para beberla cada día desde hace años.
Esperemos que llegue nuestro
particular Domingo de Gloria y recibamos la buena nueva de que nuestras penas
se terminan ya de una vez por todas.
Si no es así, tendremos que
esperar al Lunes de Pascua para poder comer la mona en paz y sin malos
augurios. Sea este lunes de Pascua. Y si no es posible este lunes, que sea
cuanto antes.
Así lo deseo para el bien de
todos nosotros, de nuestro país y de todo el mundo.
El Abuelo esperanzado
No hay comentarios:
Publicar un comentario