Mientras el Gobierno sigue celebrando con júbilo cada colocación de deuda con la que pagar sus interminables gastos, las familias se enfrentan a un panorama cada día más desolador. La deuda privada -de hogares y empresas- no arrecia. Y el endeudamiento público -que en el momento del pago se convierte en carga familiar a través de los impuestos- sigue una escalada vertiginosa hacia el 70% del PIB a ritmo de 192.000 millones de emisión bruta anual. Un incremento sin control que ha provocado que se duplique la deuda pública en un periodo de cuatro años y que ha conseguido el hito de que cada trabajador español deba ahora 19.000 euros más por culpa de la gestión pública de la crisis.
Porque esa es la clave de nuestro grave destrozo económico. Es imposible que salgamos airosos de esta situación sin generar empleo. Y es imposible que generemos empleo si bombardeamos la capacidad de consumo familiar elevando los impuestos y cargando más deuda sobre las espaldas de los hogares.
Pues bien, partiendo de esta regla lógica, la situación actual es la siguiente: la deuda bruta total española se acerca ya a niveles del 400% del PIB según algunos analistas internacionales, porcentajes similares a los de Portugal, país bajo intervención de Bruselas y el FMI. Porque, si partimos del hecho indiscutible de que serán las familias y empresas las que paguen vía tributos la deuda del Estado, debemos llegar a la verdad, de nuevo indiscutible, de que la deuda que realmente soportan los hogares va más allá de sus teóricos 888.032 millones de euros. Igualmente que la deuda que soportan las empresas va mucho más allá de sus teóricos 1,3 billones. Puesto que serán esas compañías y todos los ciudadanos quienes devolvamos los más de 700.000 millones de euros de deuda pública con los que nos encontraremos en menos de un año. El dato conjunto representa así, una inmensa montaña de casi tres billones de deuda que, según la consultora McKinsey Global Institute, y teniendo en cuenta las partidas totales de endeudamiento nacional e internacional de las empresas tanto financieras como no, se elevaría aún más hasta alcanzar el 366% del PIB.
El impacto de esta enorme soga anudada al cuello de las familias y empresas se ha dejado notar ya de sobra. Así, en el año 2009 los hogares pudieron hacer lo previsible en una situación de fuerte crisis como la vivida: incrementar su ahorro para blindarse frente al paro. El ahorro familiar subió del 13,5% hasta superar el 18% de su renta disponible. Pero esa tendencia se ha truncado en el último año. En 2010 las familias han reducido el porcentaje de renta destinada al ahorro hasta dejarlo de nuevo en porcentajes cercanos al 13% por la imposibilidad de sanear deudas ante la caída de sus ingresos. Un comportamiento que confirma igualmente la decisión de los hogares de recortar su inversión en vivienda en más de 10.000 millones con el fin de compensar parte de su pérdida de 13.000 millones de euros de renta disponible.
Porque mientras la óptica del Gobierno siga pasando por retirar fondos de los bolsillos privados, nuestro paro seguirá desorbitado. Y mientras el paro siga enloquecido este país seguirá en peligro. Diga lo que diga el presidente Zapatero
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