Financial Times:Publicado el 01-02-2010 , por Lex Column
La indecisión ha sido uno de los distintivos de los gobiernos del sur de Europa, que han ido demorando lo que deberían haber hecho hace años. El nivel de deuda y el déficit presupuestario de Grecia han ocupado recientemente el centro de la escena. Pero en España se gesta un drama mayor en potencia.
Con un déficit presupuestario similar al de Grecia, que se espera que llegue al 12% del producto interior bruto (PIB) este año, Madrid prevé que la deuda soberana toque techo en el 74% del PIB en 2012, el doble de la cifra previa a la crisis "aunque aún lejos del actual 115% de Grecia".
Eso implica que España aún dispone de tiempo para arreglar la situación, algo necesario: con una economía que cuadruplica el tamaño de la griega, es probable que las repercusiones de cualquier problema que sufra España sean más amplias.
Sin embargo, Elena Salgado, la ministra de Economía española, anunció la semana pasada un programa de austeridad dirigido a reducir el déficit presupuestario al 3% del PIB en 2012.
La mitad de la rebaja se conseguirá mediante recortes en el gasto público –algo complicado, ya que gran parte de los ajustes necesarios deben proceder de los gobiernos regionales de España, que gozan de una gran independencia–. La otra mitad tiene que derivar del crecimiento económico, aunque no se puede contar con ello. Entretanto, uno de cada cinco españoles está en paro.
Las medidas de Salgado van más lejos que las portuguesas, pero distan mucho de las propuestas en Irlanda. Pese a ello, su plan parece haber gustado a los inversores en deuda española; los márgenes sobre la deuda gubernamental española a 10 años frente a los bonos alemanes se redujeron a 85 puntos básicos el lunes desde los 100 puntos básicos registrados la semana pasada.
Sin embargo, siguen siendo mayores que antes de la crisis. De hecho, sólo los planes presupuestarios de Dublín han conseguido tranquilizar a los mercados desde que surgiera por primera vez el temor a que la crisis de Grecia se extendiera.
La respuesta de Bruselas a los problemas de Atenas, muy similar a la de los inversores con respecto a Madrid, ha sido tajante: para forzar un ajuste, Grecia tiene que verse agobiada por la deuda.
Al mismo tiempo, es de vital importancia para el proyecto de la eurozona que la economía griega permanezca a flote. Teniendo en cuenta que Grecia sirve de ensayo para otros países derrochadores apunto de sufrir problemas, España –con su especie de «pseudo plan»– se está ajustando al guión.
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