Fermín Bocos
¿Afganistán?, no gracias. MADRID, 4 Feb. (OTR/PRESS) -
¿Qué hacemos en Afganistán? ¿Por qué España, que ha enterrado ya a 92 personas a causa de aquella guerra lejana, debe seguir sacrificando vidas y recursos que tanta falta hacen aquí? Si en tiempos de Aznar no hubiéramos participado en la guerra de Irak y si Zapatero no hubiera desairado a los norteamericanos retirando de allí nuestras tropas ¿ahora habría soldados españolas en Afganistán? Tengo para mí que no. Creo que sin aquel "antes", no estaríamos en este "después".
Lo cual quiere decir que si analizamos la cuestión de fondo observamos que nuestra presencia no está impulsada por principios sino que es obra de las conveniencias políticas. Zapatero saludó con entusiasmo la llegada de Obama a la Casa Blanca porque, entre otras cosas, el cambio de color político en Washington le permitió soñar con una nueva relación con los EE.UU. Una relación bilateral que olvidara un insólito desplante de ZP a la bandera de las barras y las estrellas fechado en ocasión de un sonado desfile. Aunque Obama es la prueba de que los norteamericanos han optado por repudiar el grueso de la política Bush, ni mucho menos significa el borrón y cuenta nueva en la política exterior de aquél país. A los hechos me remito: Obama sigue empeñado en las dos guerras iniciadas por su antecesor: Irak y Afganistán.
Se nos ha dicho hasta la saciedad que combatiendo a los talibanes en Afganistán se combaten las raíces del terrorismo islamista. Sólo es una parte de la verdad. La otra, la que no se dice o sobre la que pasan de puntillas quienes sostienen que hay que seguir allí, es que mientras no sean los propios afganos quienes hagan suya la guerra contra los talibanes, el problema no tendrá solución. Será una guerra perdida. Entre otras razones porque el vivero donde crecen y del que se nutren estos fanáticos no está en Afganistán sino en Pakistán. Ya digo, es una guerra perdida. Por eso Ángela Merkel está buscando cómo salir cuanto antes de aquella ratonera y Obama le ha puesto fecha de caducidad a la presencia de sus tropas. Así las cosas, ¿no deberíamos preguntarnos -con todas sus consecuencias- qué diablos estamos haciendo los españoles en aquella guerra perdida?
No hay comentarios:
Publicar un comentario