lunes, 14 de mayo de 2012
Una enfermedad, por desgracia, muy comun, y a veces mal diacnosticada
• Estos pacientes tienen más activas las áreas cerebrales asociadas al dolor
• El tratamiento se basa en los fármacos, el ejercicio y la terapia psicológica
Ángeles López | Madrid
La fibromialgia lleva poco más de 20 años reconocida como enfermedad. Hasta ese momento, los pacientes no tenían un nombre para su dolor y fatiga crónicos. Actualmente, todavía son muchas las lagunas sobre este trastorno. ¿Qué lo genera? ¿Qué papel juegan los genes? ¿Cuál es el mejor tratamiento? Los estudios de imagen funcional muestran que estos pacientes procesan de forma diferente el dolor. El doctor Richard Gracely, del Centro de Investigación en Fatiga y Dolor Crónico Georgetown (Washington, EEUU), fue el primero en demostrar que las áreas involucradas en el procesamiento de los estímulos dolorosos son las mismas en estas personas pero tienen una mayor actividad.
Narcis Cardoner, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental y psiquiatra del Hospital Universitario de Bellvitge, ha participado en un estudio, publicado en 'PLoS One', que ha buscado caracterizar la respuesta cerebral frente al dolor de estos pacientes. "Lo que hemos encontrado es que, tras administrar estímulos de forma térmica a estas personas (que ellos vivían como si tuvieran pequeños pinchazos), se activan las regiones del cerebro puramente sensitivas, las que reflejan la sensación del dolor, y otro conjunto de zonas que tienen que ver con la respuesta emocional negativa. Estos pacientes presentan un exceso de respuesta en estas áreas emocionales, como es el cíngulo y la ínsula, no tanto en las zonas relacionadas con sentir el dolor".
Aunque todavía no los expertos no pueden asegurar si esto es una característica que hace más vulnerables a estas personas a sufrir dolor o si se trata de una consecuencia al hecho de sufrir un dolor crónico, los estudios de resonancia funcional sí que sirven para eliminar el estigma de la enfermedad. "Están objetivando algo que no puede desencadenar de forma subjetiva el paciente. No se trata de un invento", afirma Cardoner.
¿Pacientes mal tratados?
El tratamiento también es otro hándicap de estos pacientes ya que no hay ningún fármaco que cure y además muchos reciben medicamentos que no les alivian. "Los únicos fármacos que funcionan son los antiepilépticos y antidepresivos, no por su efecto antidepresivo sino por su acción sobre el sistema nervioso central. Y su eficacia es relativamente baja. Los antiinflamatorios y los analgésicos opioides no van bien, aunque son los medicamentos que más toman estos pacientes", señala José María Gómez Argüelles, coordinador del Comité ad-hoc para el Estudio de la Fibromialgia de la Sociedad Española de Neurología.
El exceso de analgésicos y antiinflamatorios se debe a que los síntomas de la fibromialgia son múltiples y variados y al tiempo que pasan sin un diagnóstico certero. "Los antiinflamatorios se consumen a manos llenas y no están indicados. Habría que erradicarlos inmediatamente. Lo mismo ocurre con los analgésicos opioides (parches de fentanilo, mórficos, etc.), que son fármacos que tratan dolores agudos, pero no para crónicos de tipo neuropático", afirma Javier Rivera, miembro del grupo de fibromialgia de la Sociedad Española de Reumatología.
José Francisco Tinao, director médico de la Clínica Medicina Integrativa, destaca la importancia de abordar al paciente en su conjunto. "La Medicina Integrativa, que surge en Estados Unidos en los 90, se ocupa mucho de los aspectos nutricionales e incorpora las medicinas alternativas que permiten reducir la cantidad de medicación que toma el paciente, al que atiende no sólo sus aspectos biológicos sino también los mentales y espirituales. Es como volver al médico de pueblo".
Esta disciplina incorpora técnicas como la acupuntura y la homeopatía, que buscan mejorar la calidad de vida del paciente. "La propia atención y escucha pueden beneficiarles. Estos pacientes se quejan de estar marginados y ser considerados falsos enfermos", añade Tinao.
Terapias en investigación
Por otro lado, en los últimos años se ha empezado a hablar de otra posible herramienta terapéutica que está en estudio. Se trata de la coenzima Q10. "Hay un subgrupo de pacientes con fibromialgia [en torno al 70%] que tienen una disfunción mitocondrial. Presentan un nivel más bajo de coenzima Q10, que utiliza la mitocondria en la célula para fabricar energía. La célula para trabajar necesita energía, la mitocondria sería la pila y la coenzima Q10 sería el contenido interno de la pila", explica Mario Cordero, profesor de la Universidad de Sevilla.
En un trabajo, dirigido por Cordero y publicado en 'PLoS One', "hemos mostrado [en 20 personas con fibromialgia] que la administración oral de Q10 mejora significativamente los síntomas clínicos de estos pacientes como el dolor, la fatiga, la ansiedad y los trastornos de sueño y memoria. "Es una mejoría estadísticamente significativa. De hecho, algunos de estos pacientes tras el tratamiento han vuelto a retomar su actividad laboral o intelectual".
Pero, tal y como advierte Cordero, "se trata de datos preliminares. Ahora estamos diseñando un ensayo clínico con el Hospital Puerta Real de Cádiz para comprobar si ocurre lo mismo en 150 pacientes".
Sin embargo, Rivera se muestra muy crítico con todas aquellas terapias que no han demostrado científicamente su eficacia. "Me parece que los estudios con coenzima Q10 son insuficientes. Se requiere de un ensayo clínico de calidad y con un gran número de pacientes. Normalmente, las agencias sanitarias te exigen tres ensayos clínicos, de dos o tres mil pacientes, para aprobar un fármaco. El problema es que, aunque la teoría de este medicamento es muy racional, en la práctica muchos de estos intentos quedan en eso", argumenta.
Igual de escéptico se muestra con la homeopatía y la acupuntura. "No han demostrado su eficacia en la fibromialgia. El tratamiento aceptado se basa en una parte farmacológica (anticonvulsionantes, antidepresivos y algunos analgésicos), junto con ejercicio y terapia psicológica. Dependiendo de las necesidades del paciente así lo vamos adaptando. Curarse no se curan, pero sí los podemos controlar, y evitar el deterioro. De esta manera, podemos preservar su vida familiar, social y laboral", afirma este reumatólogo.
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