lunes, 14 de mayo de 2012
RURALITAS O URBANITAS
Dentro de la vorágine de desastres que se han desatado en los tiempos recientes, hay todavía un remanso de paz para quienes quieran aspirar a ella.
En las ciudades hay todo tipo de oportunidades, todo tipo de de posibilidades, todo tipo de ejercer nuestro libre albedrío.
Introducirnos en la nueva forma de entender y gestionar nuestro futuro.
Cuando sospesamos nuestras posibilidades creemos que nada mejor que establecerse en una gran ciudad, a poder ser en una capital de provincia, a poder ser en una capital de autonomía, a poder ser en la capital del país.
Entendemos que si millones de ciudadanos han llegado a la conclusión de que en las zonas rúrales no existe posibilidad de progresar, su futuro está en congregarse en una zona urbana mayor y con más servicios y oportunidades.
Cuando mayor en el número de ciudadanos congregados en un sito común, perece que es una posibilidad de mejorar nuestra vida, pues el entorno nos beneficia más que nos perjudica.
No está tan claro como queremos entenderlo.
Todas nuestras posibilidades salen de nuestro propio entendimiento, de nuestra propia inteligencia, de nuestro propio pensamiento de cómo ejercer nuestro destino. No es condición única el ser perteneciente a una agrupación de personas, más o menos importante en el número de individuos.
Lo vemos cada día en las grandes conglomeraciones de individuos, como son las manifestaciones, las protestas solidarias, las grandes reivindicaciones económicas, sociales, de grupos bien pensantes o de grupos desestabilizares de nuestra democracia. Democracia que no será perfecta pero al menos nos da una alternativa a las imposiciones dictatoriales o de grupos de personas que desean el caos antes que el orden en la convivencia de los ciudadanos.
La raza humana lleva miles de años intentando contener a los violentos y creando sistemas de autodefensa de una inmensa mayoría de los ciudadanos ante ellos, que solo persiguen la destrucción de una civilización antiquísima que ha venido evolucionando y salvando los problemas que se le van creando por unos y por otros.
Cuando existen momentos de gran consternación y confusión, siempre ha prevalecido la creación y nos hemos dotado de un antídoto para seguir siendo una parte de la humanidad total de nuestro mundo que hemos llamado Tierra. Sin esta gran capacidad de nuestro cerebro para discernir en que ocasión debemos de ser complacientes y en que ocasión debemos de atajar los excesos de otros, hoy en nuestro siglo, ya no habría ningún representante de la raza humana sobre nuestro mundo.
Cuando más extremo es el peligro, más se exprime nuestro cerebro para saber como convertir algo funesto en algo de gloria, de vida nueva y renovada, de forma de entendernos los unos con los otros, de ser inteligentes y dejar de lado las obcecaciones de nuestro ego personal para pasar página y ser de nuevo seres humanos fraternales en lugar de enemigos enconados en nuestro principios. Principios muchas veces erróneos y desequilibrados.
Voy a exponeros algo de lo que he vivido.
Nací en una gran ciudad.
Pasé mi infancia en una gran ciudad.
Conseguí después de una infancia muy triste salir con bien y arreglé mi vida.
Conseguí tener una familia que hoy sería considerada numerosa.
Conseguí tener algo más que la mayoría de mis antiguos compañeros de juego, pero sin riqueza ni económica ni política.
Llegó la hora de decidir si continuaba con mi trayectoria o me salía del circuito de vida productiva.
Tras grandes dudas opté por pasar página a mi vida anterior y entrar en la vida de jubilado.
Entonces fue cuando se me presentó una gran decisión : Seguir siendo urbanita y terminar mis días viviendo en una gran ciudad, como siempre había sido hasta entonces, o por el contrario intentar una nueva vida en el ámbito rural.
No fue fácil. Era un cambio de posibilidades y de responsabilidades. Era un cambio del que no me sería posible regresar a mi antigua procedencia.
Asumí que debía de elegir entre ser siempre lo mismo o cambiar y ser otra persona a partir de entonces.
Decidí por cambiar. Ser otra persona. Por esto cuando ahora alguien me pregunta que soy digo siempre que de ser un urbanita toda mi vida ahora soy un ruralita convencido de haber conseguido más de lo que he dejado.
Este escrito me sirve para reclamar a todos los jóvenes y no tan jóvenes que estudien bien los pros y los contras de habitar en una gran ciudad. Si llegan a la conclusión de que estarán con una vida mejor y más llena en una población reducida, les animo a que den el paso, No se arrepentirán.
En los pueblos de nuestro país se vive con más intensidad el ser alguien en la comunidad vecinal. Al contrario que en las ciudades que muchas veces no conoces ni a tu vecino más inmediato.
Existe mayor camadería entre los vecinos.
No tenemos miedo a que se nos tome por personas ajenas y nos acepten como compañeros.
Pero lo que sí debemos de ser conscientes es de que no es un proceso inmediato.
Tú eres un forastero hasta que acepten que eres uno de ellos.
La vida transcurre mucho más tranquila en los medios rurales de los pueblos que en los barrios de las grandes ciudades.
Por ejemplo en una gran ciudad para desplazarte debes de coger los transportes públicos, siempre super cargados y con grandes peligros, como que te aplasten, o te pisen, o te roben o te ataquen salvajemente, en según que horarios y zonas.
Los costes son verdaderamente imposibles de cubrir. Los gastos de alquileres, propiedad de vivienda, impuestos, compra de lo necesario para la casa, para la alimentación, el transporte, el ocio, sea cine, teatro, diversiones varias, etc., etc.
En las zonas rurales los costes de todo esto son mucho más asequibles y no digo que sean gratis pero al menos no son tan acuciantes. El precio de las cosas está mucho menos agravado por los impuestos y ni los comerciantes esperan ganar más que lo que necesitan para sobrevivir.
He podido observar que me cunde mucho más mi prestación por jubilación de lo que me permitía la misma en mi vida en la gran ciudad.
Otro tema es la seguridad. En las ciudades tenemos el gran problema de la seguridad. Siempre que andas por una calle debemos de estar vigilando que no intenten agredirnos para robarnos, y muchas veces han sucedido casos muy sangrantes, pero esto se incrementa cuando se transita por calles poco concurridas.
Otro tema es la posibilidad de que cuando regreses a tu domicilio habitual, de alquiler o en propiedad, te lo hayan habitado o robado, mediante los ocupación ilegal tan en moda “por personas llamadas OKUPAS”
En este caso el gran problema es tuyo pues han cambiado cerraduras y dicen que están allí con pleno derecho pues esgrimen cualquier excusa como que son los arrendatarios o los propietarios. Cuesta mucho más demostrar que no tienen derecho alguno por tu parte que a ellos declararse inocentes y ultrajados por la sociedad. La Justicia va con pies de plomo por si ellos, los okupas, son los que tienen razón. Pues les dejarían a los pies de los leones si pudieran demostrarlo. En cambio tú, como persona de bien has de demostrarlo todo y de forma fehaciente para demostrar que han usurpado tus derechos.
En cambio, en las zonas rurales siempre se puede dar estas situaciones, pero por suerte no se dan con el mismo realismo ni con la misma asiduidad, ni con la misma permisividad por parte de la Justicia.
Otra gran ventaja que he observado en el medio rural es el del trabajador con o sin trabajo.
Aunque nadie se lo pueda creer por lo extraño que puede parecer, en los medios rurales, en los pueblos y pequeñas conglomeraciones de vecinos todos los que pierden un trabajo al poco tiempo (unos meses) están ya trabajando en otro sito. Quizás no tan bien remunerado como el trabajo que perdieron, pero si para permitirles seguir con restricciones su propia vida.
Esto es muy importante. En las ciudades no existe ningún precedente que nos deje inferir que la inmensa mayoría de trabajadores que pierden su trabajo a los pocos meses encuentren otro.
De otra forma no estaríamos llegando a los 6 millones de parados. O más. Pues existen muchas formas legales de enmascarar el número de personas sin trabajo.
Creo acertado que el gobierno esté haciendo lo posible para que se de trabajo a personas en paro aunque no sea en su profesión y aunque sea con sueldos más bajos. Esto es lo que sucede en los medios rurales y están más personas trabajando al contrario que en las grandes ciudades.
No quiero decir que sea lo perfecto. Solo digo que en los medios rurales hay menos paro estructural que en las grandes ciudades.
Volviendo al tema principal de este escrito, debo de añadir algo muy necesario para el ser humano : En el medio rural la vida es más como la necesitamos. Sin atosigamiento. Sin tener casi nunca prisas innecesarias. El horario está adaptado a la función de vivir tranquilo.
No existen problemas de tráfico ni de personas ni de vehículos. Cuando una persona pasa por la calle los demás intentan no darle golpes al andar a su lado o al sentido contrario. Los vehículos están siempre dispuestos a detenerse si el de delante frena o se detiene para bajar a las personas. No se toca el claxon insistentemente para ponerte nervioso. No existen problemas de cierre de calles para las fiestas habituales, mercados, exposiciones , tenderetes, o cualquier demostración de civismo.
Cualquier que habite una gran ciudad deduce inmediatamente la tranquilidad que se respira en un medio rural.
Pero esto se trastoca en los pueblos y zonas de veraneo que se hallan en las costas marinas. Pues sucede en las épocas estivales que los vecinos se irían de su pueblo por los incívicos que veranean en los mismos. Todo se convierte en una extensión de lo que están acostumbrados en su gran ciudad los que pasan a veranear en estos pueblos.
Otro tema a tener en cuenta para ver las posibilidades de vivir en un medio rural, o pueblo, es la proximidad de las personas que te pueden resolver tus problemas : Conoces personalmente a los que dirigen los temas del pueblo, como alcaldes, concejales, guardias municipales, los empresarios de alimentación, de instalaciones, de reparaciones varias, de suministros de cualquier producto que necesites, sea de comestibles, de agua, de gas de electricidad, de correos, de sanidad, de ambulancias, de ocio, de todos y cada uno de los servicios esenciales para un habitante del pueblo.
Solo me queda que decir que nunca me he arrepentido de dejar mi vida en una gran ciudad y quedarme a vivir en un pueblo.
Ojalá que a todos los que han realizado el mismo viaje les haya salido igual de bien que a mí.
Lo deseo para su bien y para el de cuantos nos sigan en un futuro.
Los Abuelos cabreados
autor de la fotografia: Juliome
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