SON LOS PRINCIPALES PROPIETARIOS DE SUELO DE ALCORCÓN
El pelotazo de los González,
la familia que soñó Eurovegas
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La familia González
está cada vez más cerca de salirse con la suya. Las garantías de que saliera
adelante su atrevido sueño están a punto de concretarse casi cinco años
después. Poco antes de que la burbuja inmobiliaria terminara de explotar, esta
saga de empresarios de Alcorcón hizo la maleta para volar hasta EEUU y reunirse
con Sheldon Adelson, uno de los magnates del mundo del juego y los
casinos. A través de una carambola de contactos, los hermanos Pablo y Jaime
tuvieron la posibilidad de ofrecer al empresario de origen judío una réplica de
Las Vegas en el sur de Europa. Ellos tenían el suelo, ya clasificado como
urbanizable, y él manejaba la maquinaria para hacer juego.
La idea no
era original. Durante los últimos años de la burbuja, España había visto cómo
distintas multinacionales del ocio adulto habían elegido inhóspitos secarrales
de la Península para promover majestuosas ciudades del juego. Acudían al
reclamo de intrépidos promotores locales que en aquellos años dorados del
ladrillo, cuando el dinero crecía del suelo, conseguían adornar inmensos
terrenos rústicos con desarrollos residenciales y de ocio gracias al gancho del
juego. Primero fue El Reino de Don Quijote,
en la provincia de Ciudad Real, de cuyo sueño ahora sólo queda un aeropuerto
infrautilizado. El segundo tuvo por destino el desierto aragonés de Los Monegros,
que murió de sed antes de ver el primer euro.
Aquella
visita furtiva, sin ninguna garantía de éxito, fue macerando a lo largo de los
años. La familia González necesitaba dar uso a una parte de su reserva de
suelo en el municipio madrileño, incluida en el Desarrollo Norte de
Alcorcón, donde el sueño del edil socialista Carlos Cascallana de
promover 26.000 viviendas de uso social había quedado abortado por el veto de
la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Esperanza Aguirre.
La posterior crisis se encargó después de que ni aquellos desarrollos low
cost ni cualquier otro proyecto pudiera siquiera plantearse. Millones de
metros cuadrados seguirían siendo pasto de la nada a la espera de tiempos más
prósperos.
Todos
bajaron los brazos. Sólo los hermanos González perseveraron en el proyecto, a
pesar de que a medida que la crisis avanzaba su capacidad de negociación ante
Adelson era más débil. Con el país al borde la quiebra, el suelo de la
familia de Alcorcón era tan sólo un commodity. El valor lo ponían los
casinos made in Las Vegas. Una situación en la que el magnate del
juego fue consciente de que jugaba con todas las cartas a su favor para sacar
adelante aquella propuesta que le ofrecieron llevar al sur de Europa unos años
antes. Fue entonces cuando la maquinaria echó a rodar y el rumor comenzó a
extenderse entre los más activos intermediarios de suelo de Madrid.
El sí quiero
de Adelson desató una fiebre inmobiliaria en medio del desolador páramo del
ladrillo. Sólo unos pocos bien informados y relacionados comenzaron a
suscribir opciones de compra sobre distintos suelos en los alrededores de
Madrid (Paracuellos, Valdecarros…). Pero muy pocos conocían los planes de
los hermanos González, dueños de medio Alcorcón y de un imperio en la sombra
que bajo el nombre de Grupo Urtinsa abarca negocios tan singulares como
el de corte y confección de trajes militares (El
Corte Militar), la hostelería (El Retablo), los eventos
corporativos (carpa10), la ingeniería (EME),
las naves industriales, las residencias de ancianos (Valdeluz),
la construcción (Arpada) y, como no, la promoción inmobiliaria (Valdevera).
Reservados y
prudentes, los González gozan de gran fama en Alcorcón a pesar de su deliberado
anonimato. Aprendieron el olfato para los negocios de su padre, José Manuel
González, de quien también heredaron millones de metros cuadrados. El origen
de esa fortuna se remonta a principios de siglo, según fuentes oficiales del
consistorio alcorcoleño, gracias a la pericia de un antepasado,
administrador de las propiedades y bienes de los Marqueses de Valderas, linaje
aristocrático que da nombre a una de las zonas del municipio madrileño, que
tuvo la opción de comprar las grandes extensiones de terreno baldío a sus
administrados y convertir a sus descendientes en los nuevos señores del suelo
de Alcorcón.
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