martes, 8 de septiembre de 2009

TONTOS Y (TONTAS )DE PATA NEGRA


PATENTE DE CORSO

ARTURO PÉREZ-REVERTE | XLSemanal | 23 de Agosto de 2009
Uno comprende que tiene que haber tontos, como tiene que haber de todo. Me refiero al
tonto social, o sea. Al que normalmente llamamos tonto del haba. Al imbécil de andar por casa. De
diario. Son criaturas de Dios, como dijo San Francisco del hermano lobo, si es que lo dijo, y
tampoco es cosa de pasarlos por el lanzallamas. O de pasarlos sin más. Tienen tanto derecho a
existir como cualquiera. Incluso un tonto evidente, lustroso, bien cebado, de esos que da gloria
verlos, tipo cuñado Mariano, hace su papelito en determinados lugares. Decora el paisaje. Sobre
todo si, como ocurre a menudo, no tiene conciencia de lo tonto que es. O de lo que puede ser si se
lo propone, en plan película de superación deportiva americana, con el entrenamiento y el
esfuerzo adecuado.
Y es que un tonto en condiciones, situado en el lugar idóneo, el trabajo, la vida cultural, la
política, completa la vasta y asombrosa obra de la Naturaleza. La armonía del Universo. Enriquece
la vida, para que me entiendan. Sirve como referencia. Como tontómetro del entorno y como
brújula para los demás. Por eso siempre he sido partidario de tener un tonto a mano. No
demasiado cerca, ojo. Un tonto es como las escopetas: lo carga el diablo. Pero tenidos a distancia
y bajo control razonable, se aprende mucho observándolos. La pega principal es que el tonto tiene
una asombrosa capacidad reproductora. Se multiplica como una coneja. Y al menor descuido, te
rodea como al general Custer. Ciertos ambientes, sobre todo los políticamente correctos, le son en
extremo favorables. Y si además se trata de un tonto de aquí, español, con todos los complejos,
inculturas, envidias y estupidez congénita propios de esta nacionalidad esplendorosa y
autosatisfecha de la que gozamos, para qué les voy a contar. Si España exportara tontos al
extranjero –a veces lo hace, pero sin organización ni método– seríamos la primera potencia
mundial. Los tontos españoles son tontos conspicuos, de pata negra. Matizo, a fin de no avivar
talibanismos feminazis: los tontos y las tontas. Para qué voy a mentir: en el fondo me hace
ilusión. Si el tonto español desapareciera como especie, la cosa sería tan lamentable como la
desaparición del toro de lidia, o la del tertuliano radiofónico que con la misma soltura analiza un
resultado electoral que la teoría de campos de fuerza de Maxwell. Una de nuestras señas de
identidad nacional se iría a tomar por saco. Cuando los últimos vínculos trimilenarios que unen a
nuestra ruin tropa se aflojen del todo, y castellanos, catalanes, vascos, andaluces, inmigrantes y
demás vayamos cada uno a nuestro aire, como realmente nos pide el cuerpo, sólo habrá dos
cosas que nos sigan manteniendo unidos: el fútbol y lo tontos del ciruelo que somos, o que
podemos llegar a ser cuando la Historia, la sociedad, la tele, la moda de turno, nos dan la
oportunidad. Que suelen dárnosla.
En tal sentido, me preocupaba que las universidades españolas quedaran al margen del
asunto. Perdieran el tren, para entendernos. A fin de cuentas, en sitios así lo que menudea es la
inteligencia, la cultura y cosas por el estilo, y a la idiotez se le supone sólo un carácter mínimo,
testimonial. Pero la Universidad de Zaragoza acaba de tranquilizarme mucho. El que más y el que
menos prevé el futuro siniestro que espera a los universitarios españoles, y sabe que cuanto tiene
que ver con progreso, innovación, ampliación de titulaciones, investigación, calidad en la docencia
y nuevas tecnologías recae exclusivamente sobre el esfuerzo individual y el sacrificio de un
profesorado que cobra menos de 2.500 mortadelos al mes, y eso cuando tiene 20 años de
antigüedad. Con este paisaje, la última iniciativa de la docta institución cesaraugustana, de cara al
próximo curso, ha sido apadrinar una campaña que, bajo el título Nombrar en femenino es
posible. ¡Inténtalo!, y con los nombres y símbolos bien a la vista de la Universidad –cátedra sobre
Igualdad de Género, nada menos– y del Gobierno de Aragón, que supongo soltaron la viruta
apropiada, reparte a troche y moche folletos de cuatro páginas a color, para que los jóvenes
universitarios zaragozanos dejen de invisibilizar a las mujeres mediante deliciosas construcciones
en la línea del tópico habitual: el ser humano en vez del hombre, el alumnado sin empleo en vez
de los estudiantes desempleados, profesionales en régimen laboral autónomo en vez de
trabajadores autónomos, y otros brillantes hallazgos al uso. Con la siguiente –y confusa–
afirmación final, que transcribo literalmente en toda su espléndida y analfabeta incongruencia
gramatical: «Seguro que, con la práctica, prestas más atención al lenguaje y usas términos para
que todos y todas seamos visibles en el discurso».
Por eso digo que estoy tranquilo con lo de las esencias. No hay como la estupidez
institucional, con cátedra incluida, para asegurar el futuro. Y el nuestro está garantizado. Tenemos
tontos y tontas para rato y para rata.

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