CALIFICAN EL HECHO COMO “REVOLUCIONARIO”
¿Adiós a la silla de ruedas?
Científicos de EE.UU. “reparan” la espina dorsal
La solución
a las lesiones medulares está cada vez más cerca.
Andrew Meas, un ciudadano estadounidense de 33 años, se ha
convertido en el primer paralítico que ha logrado levantarse y caminar gracias
a la rehabilitación estimulada por un implante eléctrico. Meas, oriundo de
Louisville (Kentucky), perdió la movilidad de cintura hacia abajo en un
accidente de coche en 2007, en el que su espina dorsal quedó seriamente dañada.
Pero gracias al implante, y a la rehabilitación, ha logrado recuperar la
habilidad para levantarse y mover las piernas sin ayuda.
Lo más
sorprendente de todo no es el implante en sí, sino el hecho de que, tras ser
apagado, Meas conservaba cierta movilidad. El estímulo proporcionado por el implante parece
haber fortalecido conexiones que, aunque permanecían inoperativas, seguían
funcionando a lo largo de la médula e, incluso, podría haber creado otras
nuevas, lo que le permite moverse incluso cuando el implante se apaga. Este
hecho es, según la revista New Scientist, que ha entrevistado al propio
Meas y a los responsables de la investigación, “potencialmente revolucionario”,
en la medida en que muestra que la espina dorsal puede recuperar su función
años después de que un accidente.
Según
Edgerton, todo esto podría tener dos explicaciones: o bien el estímulo ha
creado nuevas conexiones, o bien la estimulación ha reactivado de alguna forma
conexiones que parecían dañadas de forma irreversible. La segunda opción es,
para Edgerton, la más factible: “Podría haber conexiones silenciosas que no
podemos observar con las técnicas actuales, demasiado dañadas para trabajar
por sí mismas, pero capaces de funcionar gracias al estímulo”.
Un proceso
complejo
Para llegar
a moverse Meas tuvo que pasar por toda una serie de azarosas pruebas. En primer
lugar se sometió a una rehabilitación convencional, en la que no experimentó
ninguna mejora. Tras esto se le implantó una matriz de 16 electrodos en la zona
inferior de la médula espinal, para estimular de forma continua los nervios
raquídeos. Cuando el implante se encendió y se colocó en la posición
correcta, Meas fue capaz de levantarse sin ayuda en el primer intento. Una
sensación que, según cuenta, cambió su vida para siempre: “Cuando se encendió
noté una sacudida en los músculos. Fue alucinante. Era la sensación más normal
que sentía desde que tuve la lesión”.
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CONFIDENCIAL
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