miércoles, 25 de abril de 2012
Aqui hay gato encerrado y algo huele a podrido!!
Los secretos más turbios de Cristina K
Los Kirchner y la familia Eskenazi se ayudaron mutuamente en sus respectivas ascensiones a lo más alto de la política y de las finanzas. Una relación misteriosa que ahora está envenenada
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Enrique Eskenazi, patriarca del grupo Petersen. Su hijo Sebastián está ahora al frente de los negocios - Foto: Luis Díaz
21 Abril 12 - Buenos Aires - Ángel Sastre
Algo huele a podrido en la Casa Rosada. Durante las discusiones en el Senado para dictaminar la ley de expropiación a Repsol, que se votará el próximo miércoles, los diputados opositores increparon al Gobierno: ¿Por qué el oficialismo no toca las acciones en manos de sus amigotes, los Eskenazi?
Los títulos de la familia Eskenazi en YPF SA quedaron intactos a pesar de que Sebastián Eskenazi, presidente ejecutivo de la petrolera, fue expulsado de sus instalaciones el lunes pasado, cuando el Gobierno argentino tomó el control de la mayor compañía del país.
Los Eskenazi, a través de Grupo Petersen, son dueños del 25.46% del capital de YPF y mantienen una estrecha relación con la familia de la presidenta Cristina Fernández desde que el fallecido Néstor Kirchner gobernaba la provincia de Santa Cruz.
Al principio, el plan de Cristina Fernández daba poca claridad a los títulos de los Eskenazi. La presidenta fue explícita el lunes, cuando anunció que solicitaba al Congreso la expropiación del 51% del patrimonio de YPF: el único afectado sería Repsol, principal accionista de la petrolera; el resto –«aquellos que, de buena fe, compraron en la Bolsa de Comercio» y los otros socios de la compañía, los Eskenazi– mantendría intacta su participación.
La relación entre la familia Eskenazi y los Kirchner conoce más de amores que de odios. Enrique Eskenazi ingresó como directivo en el Grupo Petersen en 1980 y durante los últimos 15 años estructuró la rama bancaria. Compró los bancos de San Juan, Santa Cruz, Santa Fe y Entre Ríos. Con estas cuatro entidades se conviertió en el banquero regional más poderoso.
Las sucursales de estos bancos están ubicadas en tres de las zonas más ricas del país, donde Eskenazi es el agente financiero exclusivo.
Poco a poco fue ampliando sus negocios incluyendo el agro y la construcción. Algunas de sus obras son la sede central de YPF en la capital, Torre Pirelli, infraestructura urbana de la reconversión de Puerto Madero, Central Nuclear Atucha II, Yaciretá, el nuevo puerto de Usuahia, hangar para aeropuerto nuevo de Usuahia y numerosas obras viales en Santa Cruz.
Ladrillo y U2
Fue precisamente a través de la constructora Petersen Thiele, una de las favoritas en el Gobierno de Kirchner en Santa Cruz (1991-2003), que los Eskenazi crearon un vínculo robusto. Ambos se ayudaron mutuamente a crecer.
A través del Banco de Santa Cruz controla los fondos que la provincia tiene en el exterior. Fondos que no se sabe a cuánto ascienden: algunos aseguran que son más de 500 millones de dólares y otros, que llegan a los mil millones. Este dinero fue sacado del país por orden de Néstor Kirchner, sin embargo muchos opinan que una parte importante de estos fondos fueron separados en cuentas privadas. En esta operación habría sido clave la figura del empresario.
Además, el Grupo Peterser patrocina las campañas del Partido Justicialista. Del bolsillo de Eskenazi sale el dinero necesario para el alquiler de los majestuosos escenarios sacados directamente de la escenografía del rock, en los que Cristina Fernández se pasea como un verdadera Evita, y no es figurado. Algunos de ellos los compró de la última gira de U2 por la Argentina.
«A nosotros como grupo nos han dado muchos títulos: en el tiempo de Alfonsín nos decían alfonsinistas, después menemistas, y ahora nos dicen kirchneristas. Filosóficamente he aceptado esa definición». Son palabras del propio Enrique Eskenazi, que demuestran su complacencia con el poder. Prudentemente evita referirse a la dictadura militar, a la que se asoció para construir el actual edificio de Canal 7, durante el emblemático mundial de fútbol de 1978.
En diciembre del 2007, ya con Kirchner en la presidencia, lograron un acuerdo inédito para integrarse al Consejo de Administración de la petrolera, en lo que fue llamado «la argentinización de YPF». Néstor Kirchner dio permiso para que el Grupo Petersen entrara en YPF por sólo 100 millones de dólares, con préstamos de Repsol y créditos bancarios.
Primero obtuvieron, siempre a través de Grupo Petersen, el 14.9% y finalmente crecieron su participación hasta el 25.46 por ciento. La familia sólo pagó la póliza de seguros de caución y se comprometió a liquidar el resto con ganancias futuras. Sebastián Eskenazi llegó a la presidencia ejecutiva de YPF en marzo del 2008.
Luis Majul, autor del libro «El Dueño», comenta a LA RAZÓN que «la compra de YPF por parte del Grupo Petersen fue la transacción más importante y más envidiada de todas las que se realizaron en la Argentina desde 1983. Las sospechas abarcaron desde los argumentos más lógicos hasta las hipótesis más conspirativas».
Presión insoportable
«El fantasma de Néstor Kirchner sobrevoló toda la operación. Se escribió que el fallecido ex presidente bendijo el acuerdo. Que su cercanía con los compradores nacionales, la familia Eskenazi, había resultado determinante. Que un contradocumento habría transformado a Lupo en el verdadero socio argentino de la empresa más grande y poderosa del país.
Que la presión fue muy intensa. Y que por eso el presidente de Repsol, Antonio Brufau, terminó haciendo lo que le habría pedido Kirchner: buscar un socio argentino para que lo dejaran en paz», aclara el periodista y escritor Luis Majul.
La relación Kirchner-Eskenazi se rompió en el 2011, un año después de la muerte de Néstor. El motivo es desconocido por la Prensa. Ahora, con el cambio de administración en YPF, se calcula que los dividendos no serán distribuidos bajo la gestión del Gobierno, lo que significa que si los Eskenazi no pagan a sus acreedores, los bancos recibirán esas acciones.
El grupo tiene un vencimiento de 400 millones de dólares a mediados de mayo. Un grupo de ejecutivos de bancos extranjeros que acaba de visitar Buenos Aires mostraron su preocupación por la deduda de Petersen, y así se lo trasmitieron a la presidenta del Banco Central argentino.
Si bien los bancos estudian darle un periodo de gracia, no está claro que puedan reunir los fondos. La pretensión de Fernández de Kichner es dejarlos sin nada. Sin embargo Eskenazi aún se guarda un as en la manga: conoce los secretos oscuros de los Kirchner, sus finanzas. Unos secretos que en estos tiempos convulsos, podrían salvarle la cabeza.
La oligarquía de los Kirchner
Fue Néstor Kirchner el gran valedor de los Eskenazi. La sombra del ex presidente argentino sigue muy presente en la política argentina, como cuenta la periodista Laura di Marco en el libro «La Cámpora». Néstor es el primero que defiende una visión distinta del mercado.
«El mercado no existe. Lo que se llaman mercados son en realidad cuatro vivos a los que conozco muy bien. Yo conozco al grupito que ha hecho operaciones que no corresponden, algunos de ellos manejan bancos que fueron privatizados en provincias». Néstor Kirchner comenzaba así su ataque.
Laura di Marco cuenta cómo es el ex marido de Cristina quien tiene la idea de que necesita un cambio o un salto generacional con el que afianzar su débil poder en el gobierno del país. Y le funciona.
Se rodea de unos jóvenes que ahora mandan en Argentina, con los consejos de Néstor
en sus cabezas. Kirchner «moviliza a las bases obreras y les da una plataforma democrática de igualdad, de dignidad, de derechos. Y esto hay que reconocerlo.
Pero su calidad de movimiento significa claramente que el jefe político es el Gobierno. Y que el Gobierno es el Estado. Y que el Estado es la nación, por lo tanto, todos los demás, los que están afuera de eso son los cipayos, los gorilas, la oligarquía, los que no quieren la felicidad del pueblo».
Esa oligarquía, pensaba Néstor, era gran parte de la vida política. Por eso busca a unos jóvenes no contaminados aún, a los que arenga con pasión: «Peleamos contra enemigos poderosos, muchachos. Muy poderosos, y la defensa de lo logrado, que tenemos que profundizar, demanda convicción y coraje.
El modelo tiene una gobernalidad delicada y tiene enemigos internos y externos. Hay que estar muy alerta. El proyecto oscila entre la gobernabilidad y el cambio... Pero hay otra cosa que deben saber: no se tienen que conformar jamás con lo logrado. Nunca menos que en estos años de Gobierno. No sean conservadores».
La Razón. es
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