domingo, 10 de abril de 2011

RAUL DEL POZO, ganador del premio Primavera de Novela con "EL RECLAMO"


Raúl del Pozo: 'Tanto la izquierda como la derecha tienen sus muertos'
Emma Rodríguez | Madrid

Raúl del Pozo. | Efe
"Vimos caer juntos algunas verdades que parecían inamovibles", dice Julián, el protagonista de El reclamo (Espasa), la novela con la que Raúl del Pozo se ha alzado con el último Premio Primavera. Y esa frase resume muy bien el espíritu de una obra que bucea en la memoria y rescata a los olvidados de la Historia, que refleja el desencanto de la izquierda y mira atrás sin ningún tipo de melancolía.
Una obra que intenta poner las cosas en su sitio, desmitificar la leyenda romántica de los maquis, reflejar a través de la ficción cómo "tantas veces se ha luchado, y se sigue luchando por causas equivocadas", cómo "el pasado está lleno de trampas y coartadas", cómo "el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad asediada, abrazando con su mirada a sitiadores y sitiados" (los dos últimos entrecomillados aparecen tal cual en la novela).
Pregunta.- ¿Ya ha llegado la hora de las desmitificaciones?
Respuesta.- Nadie es tan infame que no tenga derecho a una sepultura, pero tenemos que terminar ya de tirarnos los huesos a la cabeza. La historia de España es una sucesión de matanzas. Todas las plantas que crecen en este país tienen debajo un cadáver, como dice en un momento dado mi personaje, y eso se transmite en la novela, al tiempo que se desenmascara el cinismo histórico de quienes, 30 o 40 años después de esconder a los que lucharon en la Resistencia, reclaman recuperar sus huesos.
P.- ¿Quedan muchas historias de maquis por contar?
R.- Por supuesto. Mi principal pretensión ha sido reivindicar a los verdaderos soldados desconocidos. Unos lucharon porque creían que era el único modo de alcanzar la libertad, pero otros se enrolaron en la causa porque la Historia pasó por allí. Pero que nadie crea que esta es una novela de tesis. No. No intento demostrar nada. Lo que hago es volver a una sierra que antes olía a pólvora y que ahora desprende el aroma de la riqueza a través de los campos de golf y los cotos de caza en que se ha convertido.
P.- Su protagonista se califica como "un hombre que ha huído". Volver a la infancia es su mejor arma contra el pesimismo y el desaliento
R.- En efecto y me he sentido muy a gusto narrando la niñez de ese hombre en la sierra por la que luego pasó la heroicidad y la equivocación. Ahí está la crueldad, la alegría y la aventura de la infancia.
P.- ¿Le preocupa que pueda tacharse su novela de antiizquierdista o de oportunista por el momento delicado que vive la izquierda?
R.- No me gustaría porque para nada se trata de eso. Yo no puedo estar en contra de la izquierda porque sé que, pese a sus errores, sus señas de identidad son la lucha contra la explotación y por la libertad. Es cierto que su dogmatismo y exceso de demagogia han resultado nefasto, pero sus valores son los más humanistas y en la novela no deja de valorarse la imaginación y el valor de los héroes más positivos de la izquierda, de los revolucionarios profesionales y de los anarquistas, sin duda a los que mejor trato a través de sus palabras cargadas de seducción.
P.- Más allá de vencidos y vencedores, el protagonista sostiene que todos fueron de algún modo derrotados. ¿Es la idea a reivindicar?
R.- Efectivamente. Esa idea lo resume muy bien. Lo que yo intento es poner las cosas en su sitio. Tanto la izquierda como la derecha tienen su épica, sus muertos.
P.- Pero existe el peligro de suponer que los dos bandos fueron iguales.
R.- Nunca hay que igualar y no creo que los lectores de mi novela puedan extraer esa conclusión. Unos luchaban a favor de la República y la Democracia y otros a favor de la Dictadura. Eso está muy claro, pero dicho esto la izquierda tiene que hacer un análisis de conciencia desde dentro, reconocer que en su momento se tapó a los verdaderos héroes de una lucha que estaba perdida de antemano, algo muy distinto a lo que se hizo en países europeos como Francia, donde sus resistentes se convirtieron en verdaderos héroes.
P.- El investigador plantea a Julián la memoria histórica, intenta traerlo a la actualidad.
R.- A mí personalmente no me gusta la memoria histórica porque en su momento hubo una amnistía, un pacto para no volver atrás. Entiendo que los familiares reclamen a sus muertos, pero no que se tome como una bandera partidista.
P.- ¿Sigue este país sin cerrar las heridas del pasado, se refleja esto en la agresividad de la política?
R.- Estoy totalmente de acuerdo. Hay un eterno Ebro entre nostros. Sigue habiendo dos Españas y todos los intentos porque se den la mano resultan baldíos. Pero en cierto modo se practica un odio de marketing, se emplean las tácticas de los hinchas del fútbol para movilizar y lo terrible es que funcionan.
P.- Ha levantado una novela muy masculina, de hombres, en la línea de las películas de guerra en las que se habla de la valentía, del coraje y también del engaño, de la traición.
R.- Sí. Y tendría que haber dado más papel a la mujer porque son las mujeres las que leen. Pero ahí está Irene, la compañera de Julián, una psiquiatra que simboliza el contrapunto racional de lo que está sucediendo, el análisis del inconsciente. Ella es la que pone el toque de cultura a la novela.

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