domingo, 21 de septiembre de 2014

GRACIAS POR SU GENEROSIDAD!!




 Española encarcelada en Bolivia e indultada El doble indulto de Isabel.
RAFAEL J. ÁLVAREZMadrid



Aquel domingo, José David estaba mimando a la pequeñaja cuando le sonó ese móvil prepago del que no se despega por si llama una chapucilla para salvarle el día.

- Hola. Acabo de leer en el periódico la noticia de lo de su mujer. Quiero darles una ayuda para el vuelo. Mándeme un número de cuenta porque le voy a ingresar 1.000 euros.

«Me eché a llorar. El billete costaba 1.025. No me lo podía creer, después de tanto tiempo, por fin iba a tener a Isabel y a la niña de vuelta».

Y ahí están ahora todos juntos, indultados y pobres, de vuelta.

Nadie como ellos sabe lo duras que son las buenas noticias, eso de tener una hija en la cárcel y no poder conocerla, eso de salir de la prisión en Bolivia y no poder regresar a España porque no hay un duro para el vuelo, eso de saber que después de todo, todo sigue igual.


Porque hace un mes, el 17 de agosto, EL MUNDO publicó la desventura de Isabel, una española que tras 15 meses de cárcel había sido indultada por el Gobierno boliviano, pero que deambulaba por Santa Cruz de la Sierra porque no tenía dinero para meterse en un avión con su bebé y volver a su país.

Por entonces, a José David ya no le quedaban amigos, ni familia, ni trabajos para sumar el pastón que cuesta sobrevolar el mar. «Había perdido la esperanza de conocer a mi hija hasta que cumpliera ocho años, que era la condena de Isabel, porque lo poco que teníamos me lo estafaron varios abogados de allí y ahora no puedo pagar ni el teléfono. Pero cuando indultaron a Isabel me volví loco para reunir el dinero del avión».

El cónsul español, Joan Borrell, hijo del ex ministro socialista Josep, había dado a la mujer una ayuda de 160 euros para sobrevivir en Santa Cruz, pero los días pasaban y la cría empezaba a tener el típico hambre de los potitos imposibles.

Y entonces Isabel salió en el periódico. Esa mañana, varios lectores llamaron a la redacción para contactar con José David. «Me llamó una mujer de Gerona para decirme que me daba lo que podía. A los 20 minutos llamó el hombre de los 1.000 euros». El lector le dijo a José David que la transferencia tardaría un par de días. Pero la emoción es más rápida que el teléfono y José David intentó de inmediato una reserva de vuelo.

A los dos días, el dinero llegó a la cuenta y José David, con su móvil de prepago caliente, marcó dos números. «Llamé a la señora de Gerona para decirle que no hacía falta que me mandara nada. Pero se lo agradecí igual. Y luego llamé a Isabel».

«Cuando José me llamó me puse a llorar. Se lo dije al cónsul y él se movió para reservar el primer vuelo». Habla ahora Isabel, con una sonrisa de recuerdo, tirando aliviada de un pasado que estuvo en el filo hasta el final. «Algo pasaba con la transferencia. El dinero no llegaba a Air Europa y no podíamos comprar el billete. Así que el cónsul adelantó el pago con su tarjeta y pude viajar».

Y el 20 de agosto Isabel y la niña se metieron en el avión del indulto y de la solidaridad de la gente que sale en el otro lado de los periódicos.

José David le pidió el coche a un amigo y unos euros a otro para la gasolina de un insólito Zaragoza-Barajas-Zaragoza. Isabel y el bebé llegaron a Barajas en la madrugada del 21. Pero no salían de la zona de embarque... «Empezaron a salir viajeros, pero Isabel no. Y por fin las vi venir. Nos pusimos a llorar, le di un beso a Isabel y no solté a la niña en todo el día». José David no había visto jamás a su hija; fue como estar en el paritorio pero 10 meses después.

Ese amanecer de agosto fue el final del mar de Isabel Gabarre, una madre en paro y sin bolsillo que se había ido a Bolivia en 2013 a ganarse un manojo de euros aceptando el delito de un transporte de droga y se había quedado un año largo en la prisión aprisionante de Palmasola. Allí parió a Samira el 12 de octubre, Día de la Hispanidad, tan cercana la madre, tan lejana la patria.

Y aquí andan ahora los cuatro, en su España de pobreza tendida al sol, buscando una vivienda social para abandonar esta casa okupada, tirando José David de las horas para acarrear chatarra, untar de yeso las losetas o hacer un porte. Y cuidando Isabel de los inocentes.


ELMUNDO.ES

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