lunes, 14 de diciembre de 2009

LOS MANTENIDOS DE ZAPATERO SALEN A LA CALLE


LIBERTAD DIGITAL
2009-12-13

La manifestación de los sindicatos contra los empresarios celebrada ayer es el acontecimiento más surrealista del mandato de Zapatero, y eso que el listón no había dejado de elevarse desde que llegó el poder tras los atentados del 11 de marzo de 2004.

Si los sindicatos llamados “de clase” habían tenido alguna vez un mínimo de legitimidad, tras esta bochornosa expresión callejera la han perdido por completo, esperemos que definitivamente. Ni representan a los trabajadores ni defienden sus derechos, el primero de los cuales es el de tener un puesto de trabajo que el Gobierno de Zapatero, al que tanto arropan y admiran, viene destruyendo en los últimos tiempos a una velocidad nunca vista en un país desarrollado.

Felizmente instalados en el siglo XIX, los profesionales del sindicalismo subvencionado de forma forzosa por todos los españoles siguen utilizando una dialéctica impropia de países avanzados y con cierto nivel cultural. Para estos depredadores del bolsillo ajeno, incluido el de la “clase trabajadora” que es la que más los sufre, el enemigo a batir es el empresario privado por el grave “delito” de jugarse su patrimonio para poner en pie un negocio creando riqueza y puestos de trabajo. Esta simpleza argumental proviene del hecho de que los sindicatos españoles no viven de las aportaciones de sus afiliados, sino de las abundantes subvenciones y gabelas que el gobierno les concede, incluso en mitad de una crisis pavorosa. Así pues, ¿a quién van a salir a defender llegado el caso? Pues, naturalmente, a Zapatero, que es quien desvía a sus bolsillos el dinero que previamente extrae mediante coacción fiscal de todos los ciudadanos, estén o no de acuerdo con la revolución marxista y la lucha de clases que nuestros sindicalistas defienden en sus algaradas.

Y es que en ésta última manifestación sindical, como en todas las anteriores organizadas por la izquierda, hemos podido asistir de nuevo al espectáculo grotesco de ver desfilar por las calles de un país libre la simbología clásica de la antigua URSS, el sistema político más nocivo que jamás ha conocido la humanidad, abundantemente rodeada por enseñas preconstitucionales pertenecientes a la II República, cuyo fruto principal fue desembocar en una Guerra Civil atroz del que la izquierda española sigue sintiéndose profundamente orgullosa.

Y como los vividores del esfuerzo ajeno tienen propensión a agruparse, en lugar destacado de la manifestación y más tarde en la tarima de oradores tuvimos ocasión también de contemplar la actuación desvergonzada de destacados representantes del mundo del cine y la televisión, poniendo también su granito de arena para denigrar a los que, en medio de todas las dificultades económicas, agravadas por la nefasta gestión de Zapatero, tratan de mantener a flote sus empresas y negocios y salvar los escasos puestos de trabajo que todavía sobreviven al azote socialista.

Los sindicatos han acreditado una vez más, por si alguien todavía no se había enterado, que su papel en esta crisis no es defender a los trabajadores que han perdido su puesto de trabajo ni facilitar el camino al resto de agentes económicos para que puedan encontrar un nuevo empleo, sino apoyar de la forma más indecorosa al principal responsable del actual desastre económico con quien comparten una determinada visión política. No son una institución democrática al servicio del trabajador, sino órganos políticos al servicio de su ideología, sectaria donde las haya. Constatada esta realidad de forma concluyente, sólo queda esperar que el próximo dirigente político en el gobierno de la Nación les otorgue la legitimidad que estrictamente merecen. Ni más ni menos que la que ellos mismos se han ganado a pulso voluntariamente.

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