Salvador Sostres
¿Qué os esperabais?
Si iban a que les rompieran la cara para poner en evidencia al régimen dictatorial de Marruecos, puedo comprenderlo. Si lo que pretendían es ofrecer su cuerpo como prenda para que el mundo viera hasta qué punto los derechos civiles son pisoteados en aquél país bárbaro y equivocado, podría reconocerles algún tipo de épica.
Pero lo que resulta absurdo, e inadmisible por cierto, es la sorpresa, esas exclamaciones de indignación como de niña tonta en medio de una orgía. Si organizas una manifestación ilegal en suelo marroquí y contra Marruecos, lo mínimo que te puede pasar es que te partan la cara. Son las cosas que tienen las dictaduras. Y de hecho, lo normal es que te liquiden: o sea, que en el fondo, les ha salido barato.
Hay que combatir las dictaduras, pero la inteligencia tiene que formar parte de toda estrategia. No parece razonable ir a que te torturen un rato por desafiar -de un modo tan naïf y estéril- al rey de Marruecos, pero cada uno hace lo que quiere con su integridad física y eso también hay que respetarlo. Lo que está totalmente fuera de lugar es decir que no te lo esperabas y, sobre todo, no esperártelo.
A lo largo de este verano hemos conocido preocupantes ejemplos de una trágica adolescencia mental: los chicos que cruzaron por la vía del tren sin mirar y que fueron masacrados; los turistas del río mexicano, que murieron ahogados; y cuando ya creíamos que el colofón sería lo de los niñatos solidarios cuyo rescate nos ha costado siete millones de euros y la liberación a un terrorista, hete aquí el concierto inesperado de los mariachis del Sáhara, hoy ya de regreso en Canarias, humillados y magullados.
Lo que más esencialmente nos diferencia de los países atrasados no es la economía, sino el valor que concedemos a la vida humana. Y nos comportamos como atrasados y tercermundistas cada vez que banalizamos este valor y frívolamente nos ponemos en riesgo. Puedo reconocer belleza moral en quien pone la otra mejilla, pero muy poca inteligencia. No hace falta ser demasiado listo para saber que aquella manifestación no iba a conseguir ningún resultado positivo.
En tiempos de crisis y de preocupaciones mucho más trascendentes y graves que la manera de jugarse la vida de cuatro ociosos solitarios, el Estado español no debería perder ni un minuto en este tipo de inconsistencias gratuitas, completamente innecesarias, pero capaces de alimentarse las unas a las otras por el relieve político que consiguen.
En este momento, la maldad mundial sabe que España es un país que paga rescates, económicamente y liberando a terroristas; sabe que cuando su policía es insultada y agredida, en lugar de ponerse firmes y de hacer prevalecer la superioridad democrática que tiene cualquier país libre sobre los bestias totalitarios, manda a su ministro más visible a realizar transacciones con los tiranos y hasta a disculparse ante ellos. Bonito cartel internacional.
Si con todo lo que ha ocurrido últimamente todavía queda gente suficientemente hueca como para ir a jugarse la vida por nada, que lo hagan. Pero asumiendo el riesgo y pagándose por ellos mismos sus aventuras solidarias. España es un Estado serio y no una guardería de niños creciditos que aún no se han encontrado a ellos mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario