lunes, 17 de marzo de 2014

La familia real saudí denuncia una estafa en Barcelona


La fiscal pide cinco años de cárcel para el apoderado que vendió el patrimonio de un príncipe saudí en Catalunya | El fiscal quiere que en el juicio declaren como testigos seis miembros de la familia real de Arabia Saudí y la viuda del jeque

SANTIAGO TARÍN


A su alteza real, hermano del rey de Arabia Saudí, le gustaba Catalunya. Llegó para tratarse sus dolencias oculares y se compró dos pisos en Barcelona y seis fincas en el Bages, tan extensas que guardan dos castillos de nombres épicos, Rocafort y Rocabruna, y caballerizas para sus alazanes de pura raza. Para gobernar sus haciendas nombró apoderado al subdirector del hotel de lujo donde se hospedaba, que a la muerte del multimillonario vendió las propiedades, por lo que los hijos del príncipe le acabaron denunciando. La Fiscalía pide ahora cinco años de cárcel porque considera que el antiguo representante cometió una lucrativa estafa, cosa que el acusado niega.

La amistad entre el príncipe y el directivo del hotel viene de lejos. A finales de los años setenta del pasado siglo, Saad bin Abdul Aziz bin Abderramán Al Saud, hermano del rey de Arabia Saudí, llegó a Barcelona para tratarse de afecciones en los ojos, y se instaló en dos plantas del Princesa Sofía junto con su séquito. Ahí empezó su relación con Catalunya, donde compró propiedades como dos viviendas en la avenida Pearson y seis fincas en Santa Maria d'Oló, en el Bages, donde se levantan los castillos de Rocafort y Rocabruna. En estos terrenos construyó unas caballerizas donde aposentó a más de cien alazanes de pura raza, y que según personas conocedoras de la propiedad eran de la estirpe de aquellos que montaban los guerreros que combatieron en el desierto a los turcos junto a Lawrence de Arabia.

En sus largas estancias en el hotel trabó amistad con el que era el subdirector, Agustín, que le solucionaba sus necesidades en Barcelona. Tanto, que acabó contratándolo con un sueldo de aúpa y retirándolo de la hotelería, y le concedió poderes para gestionar las seis fincas mencionadas en 1989. A principios de los noventa, el príncipe enfermó de cáncer y fue tratado en Houston, adonde le fue a ver Agustín, que recibió un segundo poder para encargarse de las viviendas barcelonesas. Finalmente, Saad bin Abdul Aziz falleció en Riad el 23 de julio de 1993, a los 78 años.

Los problemas se iniciaron entonces. Con posterioridad al óbito, Agustín vendió las casas de Barcelona a dos personas, una de ellas el exfutbolista Iván de la Peña, y los predios a una familia rusa. Los herederos del príncipe, representados por el letrado Cristóbal Martell, y la Fiscalía consideran que es ilícito y que los poderes de Agustín ya no eran válidos, por lo que no podía vender nada. Además, le acusan de lucrarse. El pleito se inició en el 2004, nueve años después de la muerte del multimillonario, cuando los hijos del saudí se querellaron contra el exapoderado. La fiscal ha presentado su calificación en la que pide cinco años de cárcel para Agustín por estafa y tres para su mujer por receptación. No recrimina a los compradores de las propiedades al considerar que actuaron de buena fe, cosa que no comparten los abogados del príncipe que ven punible el proceder de los rusos que se han hecho con las fincas y los castillos, no así quienes adquirieron las casas barcelonesas.


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