martes, 10 de marzo de 2009

OTILIA CASTELLVI




FUNDACIÓN
ANDREU NIN

Las memorias de Otilia Castellvi, costurera y poumista
Pepe Gutierrez

Lo primero que llama la atención en la intensa autobiografía de Otilia Castellvi, De les txeques de Barcelona a l' Alemania nazi (Cuaderns Crema, Barcelona, 2003), es su integridad moral, y la limpieza de sus ideales. Ocurra lo que ocurra, Otilia Castellvi (Asturias, 1917-Canet de Mar, Barcelona, 2001), esta modista del barrio de Gracia, siempre sale a flote, y se sobrepone a las miserias y tragedias que le acompañan desde que asume la aventura militante hasta que al finalizar la IIª Guerra Mundial, puede instalarse en Caracas. Hay un momento en el que el mundo se derrumba, y reflexiona sobre el contraste entre el idealismo revolucionario y las escenas de barbarie que le ha tocado contemplar. Pero ella sigue, y su mirada siempre es limpia. Da testimonio desde su perspectiva de mujer, roja, poumista, española, catalana, y nos permite ver fragmentos de una historia oculta…Una historia en la que la modestia personal no le impide una impresionante lucidez.

Nacida en el seno de una familia obrera catalana y catalanista, Otilia asume su condición obrera distanciándose del sentimiento de élite de sus compañeras modistas, que creen que ellas no son obreras, y se reafirma apasionadamente en su opción frente a una señora pudiente que brama contra una huelga obrera, porque no tienen derecho ni a la cultura ni a la vida. Tiene 17 años cuando es la única mujer que asiste a una conferencia de Joaquín Maurín en un local del BOC. Convertida en militante descubre que su hermano Llorenç, la había precedida, después conocerá a Linus Moulines, un obrero intelectual, con el que más tarde compartirá parte de su increíble trayectoria. Ajena a los debates teóricos, Otilia participa activamente en los acontecimientos de Octubre de 1934, asiste con entusiasmo a la creación del POUM, toma parte en las jornadas de julio en Barcelona, y en las vicisitudes de la Barcelona roja.

Estos son sus años dorados, pero comienza a entrar en una pesadilla que parece sin fin cuando los líderes y militantes de su partido son tratados como quintacolumnistas por el estalinismo. Su tono se hace más indignado, y resulta manifiesta su vehemencia en la defensa de Nin. Esta tragedia está marcada claramente por el estupor, ¿cómo era posible?. El que escribe recuerda una manifestación de esta vehemencia en un acto, la presentación de mi libro sobre Trotsky, con la presencia indignada del Linus, polemizando con preguntas doloridas y afiladas con Teresa Pámies y varios antiguos militantes del PSUC, presentes en el debate. Aquel día Linus me dejó su tarjeta en la que detallaba su pasión esperantista, una dimensión inherente a su pasión internacionalista, manifestada en la militancia y una capacidad políglota que tanto le ayudará. Linus y Otilia conocieron a los comunistas casi exclusivamente desde esta perspectiva, una vez en el exilio, los encuentros con gente del PCF, siguen siendo escalofriantes, y por lo tanto se explica que el enfoque del estalinismo tenga una única dirección. En este sentido, la percepción de Otilia es tan sincera como esquemática. Lo mismo le ocurre con los franceses…

La campaña estalinista contra el POUM, lleva a Otilia, primero a una cárcel que no parece tal, y en donde convive, paradójicamente, con mujeres fascistas, y su enfrentamiento es tal que cuando acaba la guerra, teme que una de las jefas falangista la persiga. Allí protagonizará una huelga de hambre en solidaridad con Katia Landau, que quiere saber lo que le ha ocurrido a su compañero, "líder del partido trotskista austriaco", según Otilia. Estas páginas nos preparan para lo que va a venir. Cuando las tropas franquistas entran en Barcelona, los chequistas desaparecen, y los prisioneros permanecen encerrados sin que nadie escuche sus gritos. Afortunadamente, entre los chequistas había un mallorquín que no era como los otros, y regresa para abrir las mazmorras. Otilia se encuentra entonces que ha de sobrevivir en la Barcelona liberada donde la delación está al orden del día --a veces, por los mismos rojos y rojas que tratan así de exculparse--, aún no se ha recuperado de las secuelas de la checa, y ha de vivir oculta, marcada por la noticia de las detenciones y las muertes de familiares y amigos, en concreto de su hermano y de su compañero.

A pesar de su extrema debilidad, y en una segunda tentativa, consigue burlar la guardia civil y atraviesa precipitadamente los Pirineos, pero será para dar con sus huesos en una lóbrega cárcel de Perpiñán y, a continuación, en el campo de refugiados de Argelès, con los restos del naufragio del ejército republicano. En estos lugares conocerá las consecuencias de esa variante de fascismo a la francesa que es el chovinismo, pero también, las pruebas de la solidaridad y la amistad. Mujer, roja y sin papeles, conocerá miserias y las humillaciones sin cuentos en la Francia que buscaba adaptarse al ambiente asfixiante del ascenso nazi-fascista. En estas páginas, Otilia ofrece una vivida descripción de todas las vejaciones sufrida por ella y los demás republicanos, sobre todo en Argelès. Como en una buena película, sus encuentros y desencuentros con Linus, igualmente errante, son páginas de dolor, esperanza e ilusión, bastaba estar juntos y contar con unas mínimas condiciones para volver a sentir el latir de la vida.

Ironías de la historia, gracias a su condición de costurera y de políglota de él, la casualidad les brindó una oportunidad de escapar del fuego y caer en las brasas… ambos acaban instalado en la Alemania nazi, y en contra de todo los pronósticos, allí le acompañó la suerte. Su condición de republicana, roja (y trotskysta), pasó desapercibida , era una española sujeta a los cánones del estereotipo (gracias a los cuales la Gestapo liberó a Linus que no se cortaba en sus denuncias del nazismo). Nuevamente gracias a su oficio, pudo pasar de un trabajo a otro, siempre apreciada por su buen hacer y su laboriosidad, amén de su capacidad solidaridad mostrada con los judíos que encontraba. Inmersa en la vida cotidiana de un pueblo alemán llano en el que los nazis aparecían como algo externo y en el que existía una sorda resistencia, entonces les correspondió vivir en sus propias carnes los brutales bombardeos aliados. Le toco revivir los mismos desastres humanos que ya había conocido en la Barcelona bombardeada por la aviación franquista, otra vez con el pueblo llano que trataba de sobrevivir y tejía sus propias redes de solidaridad, lejos del nazismo que se descomponía, y junto con otras personas que, al margen de sus posibles inclinaciones, trataba de recomponer su dignidad humana. Cuando llegan los norteamericanos, descubre que la avanzadilla está formada por infelices indios de la frontera con México, utilizados como carne de cañón. Se trata de unas memorias presididas por un optimismo innato y una bondad excepcional. La misma que le llevó a afiliarse al POUM, y la misma que explica su actuación concreta en situaciones concretas como la que le acercó a los civiles alemanes, y sentir se como ellos, maltratados por una maldita guerra entre lo malo (Aliados) y lo peor (Eje), y en medio de la cual sufrieron los pueblos. Para entenderlo, basta con aproximar el microscopio a la España profunda que apoyó al franquismo como una opción de supervivencia. Con la humildad de una costurera militante, Otilia ofrece un testimonio extraordinario de una Historia que ella vivió desde la parte de las mujeres, y siempre desde el bando de los perdedores.

Seguramente, Otilia había logrado rehacer su vida en esta Alemania trabajadora que la acogía, pero el final de la II Guerra Mundial, la obligó a emprender una nueva emigración, esta vez en dirección de Venezuela, donde volvió a ejercer su oficio, se casó, y tuvo un hijo, Ulisses Moulines, en estos momentos reconocido catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Munich Ulisse, autor de un ensayo Manifiesto nacionalista (o hasta separatista, si me apuran), que ha sido editado por La Magrana, en Barcelona, y cuyo título resulta ya de por sí, bastante explícito..

Según se cuenta en la edición, siendo ya una anciana, Otilia regresó a Cataluña y dictó sus experiencias, antes de morir en el 2001. Entonces, una pequeña editorial se interesó por ellas y publicó el texto con abundantes retoques en una edición limitada, que pasó desapercibida hasta que el editor Jaume VaIlcorba se encontró un día con un ejemplar en las manos. Éste explicó con razón, en su presentación: "Es el testimonio más impactante que he leído en los últimos años". Gracias a esta adopción, siete años después de la primera redacción, las memorias de Otilia han conocido una edición en Quaderns Crema sin apenas rectificaciones y, según Espadaler, en un catalán militante, aunque su testimonio rezuma sentimientos internacionalistas y una humanidad harto representativa de una mujer obrera y militante que siempre creyó en la vida, en su trabajo, que nunca abandonó sus ideales ni se dejó abatir por el mundo que se le caía encima.



Edición digital de la Fundación Andreu Nin, junio 2003

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