Llega un día en la vida de todo columnista en que debe hablar de las luces de Navidad. Por suerte, me voy a ahorrar el artículo de marras sobre las bombillas callejeras porque, gracias a Imma Mayol, tenemos otro elemento para comentario y análisis de la siempre sorprendente vida pública barcelonesa: los nuevos árboles navideños mecánicos que el Ayuntamiento ha comprado para contribuir a la conservación de la madre naturaleza y evitar, de paso, el calentamiento global y todo lo que cuelga.
Leo que cuatro de estos árboles funcionan con energía solar y dos con energía animal, pues se cargan gracias al pedaleo solidario de aquellos que se acerquen al artefacto. Supongo que el Consistorio pagará suculentos royaltis al célebre profesor Franz de Copenhague, el sabio que tanto nos deleitó desde las páginas del TBO.
La verdad, no comprendo por qué todo el mundo ataca a la concejal Mayol y ve escandalosa esta acción, que cuesta 214.000 euros, algo más de los 200.000 euros que, junto con los comerciantes, sufraga Endesa como patrocinadora de todas las luces navideñas. Al fin y al cabo, Mayol no hace más que seguir fielmente el dictado del president Montilla, cuya preclara receta para salir de la crisis no se nos había ocurrido: consuman, que el mundo se acaba.
Es verdad que no es exactamente lo mismo consumir a cuenta del erario que a cuenta del salario de cada hijo de vecino, baste para ilustrarlo la alegría con que se come y se bebe en aquellos restaurantes donde acuden habitualmente altos cargos de la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento, los que pagan las facturas con la tarjeta de la institución. "Aquí no hemos notado la crisis para nada", me dice el propietario de uno de estos negocios. Pero no seamos aguafiestas. También estamos a favor del consumo y ansiamos poder cambiarnos el coche, como sugiere el president. Lástima que eso que llaman crédito se haya convertido en un mito, pero a los grandes estadistas no podemos amargarlos con nimiedades.
Seamos positivos y, rebozados por el espíritu de la Navidad, celebremos que Mayol haya contribuido a sostener el empleo de los que fabrican esta maravilla de la ciencia y la técnica. Parto de la base de que la factoría de los abetos sobrenaturales -por decirlo en afortunada expresión de Jaume V. Aroca-es una empresa del país. En caso de que todo sea made in China, recomiendo que Hereu y Mayol se escondan un tiempo en el pesebre de la plaza Sant Jaume.
La concejala los ha comparado con los 10 abetos navideños instalados en Madrid "que cuestan cada uno 495.000 euros", "son efímeros" y "están conectados a la red eléctrica, con lo que consumen energía nuclear o fósil", ha explicado Mayol.
Aunque el mundo se hunda Barcelona es una fiesta infinita y estupenda. Feliz hasta el aturdimiento. Ese parece ser el mensaje que emite, ya desde lejos, el árbol navideño a pedales que la factoría ecosocialista ha colocado en frente del mercado de Santa Caterina. Hay otras cinco unidades - o debería haber cinco porque alguna todavía no se ha instalado-repartidas por la ciudad. Un gasto de 214.000 euros de dinero público que, visto con la mirada auscultadora, casi científica, de un caballero que anoche paseaba junto a su señora frente a Santa Caterina se resume en estos exactos términos: "Una collonada".El señor es mayor y los mayores son poco proclives al pedaleo intelectual vigente.
Al parecer tampoco lo son los trabajadores rasos como Sancho, el portero de la finca de enfrente que se pronuncia sin ambages: "Una mierda, vaya. No son ni de color verde. Ya ves. Treinta millones ha costado cada uno" (sic).pULSAR AQUI
No hay comentarios:
Publicar un comentario