Desde San Quirico, Leopoldo Abadía
Una nueva aportación de D. José Luis a la ciencia empresarial
.-Leopoldo Abadía es un chaval de 75 años, 12 hijos y 40 nietos y ex profesor del IESE, que asegura no saber nada de economía pero que ha puesto en claro la mejor explicación en castellano sobre la crisis subprime.
A partir de ahí, para su sorpresa, miles de personas de todo el mundo consultan diariamente su blog. Desde su atalaya de San Quirico, aporta una voz independiente sobre la complicada realidad económica y social actual. Sin más pretensiones.
@Leopoldo Abadía 11/03/2011 06:00h
En el mundo de la empresa, siempre me gustó mucho lo de la Dirección por Objetivos. Lo escribíamos DpO.
Como de costumbre, mi mujer dice que lo había inventado ella. El día en que se le reconozca públicamente que todo lo que dice que ha inventado lo ha inventado de verdad, el pobre Edison con sus 1.500 patentes quedará a la altura del barro.
En casa no le llamábamos DpO, porque nadie se lo hubiera tomado en serio. Repartíamos encargos a los chavales y luego veíamos si los habían cumplido y cómo. Los encargos eran variados: poner la mesa a la hora de cenar, meter en la cama a los más pequeños, sacar el perro…
Todo ello formaba parte de una estrategia, aunque tampoco le llamábamos así. La estrategia consistía en tener la casa ordenada y limpia, (en lo que cabe, que en una familia numerosa no cabe mucho) y en conseguir que los chavales ayudaran a que aquello fuera un hogar y no una pensión donde se podía comer y dormir gratis.
En las empresas, yo procuraba hacer lo mismo. Solía decir que la estrategia se “troceaba” y se repartían los trozos a personas de la empresa. Cada uno de ellos, con su equipo, procuraba hacer su parte, que era coherente con la estrategia. Así era muy fácil valorar cómo lo hacía cada uno.
La Dirección por Objetivos era lo opuesto a la Dirección por Actividades, que conduce a decir “tengo que hacer miles de cosas”, en lugar de decir “tengo que conseguir cuatro objetivos”. Los que no trabajan mucho son partidarios de la Dirección por Actividades, porque su vagancia queda más disimulada con el continuo ir y venir.
Pero como siempre hay que estar al día, acabo de ver que el ex Presidente Zapatero ha hecho una nueva aportación a la ciencia empresarial: la Dirección por Ocurrencias.
Aquí tengo que aclarar que a mí se me ocurrió este nombre y, cuando lo iba a escribir, vi que también se le había ocurrido al ex Presidente Aznar. Esto es muy peligroso, porque en seguida habrá algún mal pensado que mal pensará que D. José Mª y yo tenemos línea telefónica directa y que, entre los dos, hemos montado un contubernio facha-retrógrado.
Una vez dicho lo anterior, paso al nuevo sistema de Dirección, para el que no hace falta tener ninguna estrategia. Basta con que al levantarme, tenga una ocurrencia, (por ejemplo, que los coches vayan más lentos), llame a mi secretaria y se la dicte. Y le diga: “que se haga”.
Como soy el jefe, o por lo menos eso creen algunos, esos algunos se ponen a tener ocurrencias, para no quedar mal. Y uno dice que hay que cambiar los neumáticos, otro que hay que apagar las luces, y así.
Y el jefe, que, al principio, sonreía benévolamente y pensaba “ole mis niños, discurren como su papá”, empieza a tener celillos. Y se dice: “José Luis, se te tendría que ocurrir algo más importante, para que se vea que hasta en lo de las ocurrencias ganas tú”.
Y se va al Congreso de los Diputados y, para que nadie le acuse de improvisación, consigue que le hagan una foto mirando unos papeles, muy serio, y que el periodista -buena persona él- le ponga un pie que dice: “José Luis Rodríguez Zapatero prepara su intervención”.
Una vez preparada, va y la suelta. Y anuncia que: a partir de este mes, con toda seguridad, va a haber una mejora de los datos económicos.
He leído hace poco un libro en el que la autora describe a un personaje en un párrafo largo en el que sólo hay adjetivos, unos 60. Me admiró el dominio del lenguaje de la autora y cómo acertó, porque yo fui muy amigo de ese personaje.
Voy bastante en taxi y oigo muchos adjetivos referentes a este señor que vive en la Moncloa. Tengo coleccionados más de 60, la mayoría impublicables, pero tan exactos como los de la autora a que me acabo de referir antes.
D. José Luis, ¡ya vale! Porque antes nos tomaba el pelo y, como lo decía tan serio, hasta llegábamos a dudar de que quizá podría no estar muy lejano de la realidad lo que usted nos decía.
Pero es que está usted, batiendo sus propios records día sí y día también. Y lo hace con buena voluntad, estoy seguro. Pero solo con la buena voluntad no basta. Hay que saber un poquico. Y en aquellas clases exprés aprendió usted poco. Muy poco. Nada.
Anímese, hombre, y váyase a León. Que para eso no hace falta reunirse con Bono en secreto y hacer que el pobre Bono tenga que decir que “si se lo imaginan, acertarán”. No. Sólo hace falta que pida que enciendan la calefacción en su casa de León y que se vaya en seguida. Ya le mandarán sus cosas. Si su casa no está en condiciones, porque lleva mucho tiempo usted en Madrid, váyase al San Marcos, que es muy cómodo. (Me parece que esto ya se lo dije hace tiempo y no consigo que me haga caso).
Pero ¡váyase! Porque ahora ha llegado el momento del peligro. Ese momento en que el gobernante -por llamarle de algún modo- no tiene ya nada que ofrecer y empieza con las ocurrencias. Y algunos se las jalean. Y se lo cree. Y continúa “ocurriendo” (no discurriendo).
Y la gente se da cuenta. Y, “después de mucho pensarlo”, el PSOE suspende el mitin de Vistalegre “como una estrategia para ganar”, según ha dicho José Blanco. A mí me parece que el señor Blanco tiene miedo de que aparezca D. José Luis por allí y diga que, a partir de ahora, todos vestidos de traje corto y faralaes para echar optimismo a la población y, de paso, ganarse los votos de Andalucía.
Ande, hombre. Sea buena persona y no nos haga esto. Que el que venga, la que venga o lo que venga lo va a pasar muy mal, intentando arreglar el circo que ha montado usted.
Y debemos mucho dinero. Y nos cuesta bastante que nos lo dejen. Y nos lo dejan caro.
En confianza, le diré que estoy pensando pedir un crédito en el BCE para ayudarle a pagar el acondicionamiento de su casa. Ya me lo devolverá. Pero váyase pronto, que Trichet está a punto de subir los intereses.
P. S.
Repaso el artículo y me acuerdo del “¡váyase, señor González!”. Seguramente, el “¡váyase!” de entonces era una estrategia. El de ahora es una necesidad.
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