Por Rocío Huang
El transporte nacional durante la Fiesta de Primavera de China ha sido tema asiduo de los medios de comunicación durante muchos años, pero parece que la locura se inflama aun más este año.
En los últimos días la temperatura mínina de Beijing ha llegado a los 10 grados centígrados bajo cero. Sin embargo, bajo el frío y el viento helado estuve yo en una cola delante de una taquilla durante más de tres horas, dos días seguidos, sin conseguir ningún billete de tren para regresar a mi pueblo natal. Y la persona que ocupaba el primer lugar en la cola, y que permaneció allí más de doce horas, tampoco.
Ya nadie se extraña al ver las largas colas frente a las taquillas día y noche por las calles de Beijing. Todos ya están muy acostumbrados. Los que no tienen que viajar durante la fiesta, simplemente expresan su compasión con un suspiro. Y los que tienen que luchar por reunirse con la familia, se ven obligados, entre incredulidad, indignación e incertidumbre, a buscar a los revendedores, verdaderos traficantes de billetes de tren.
En el internet abundan las informaciones a este respecto. No me molesté en buscar mucho, aun así encontré decenas de números de teléfono a través de los que me ofrecen exactamente los billetes que quiero comprar. Sin embargo, así no se soluciona el problema. Se exige pagar más de 200 yuanes por encima del precio real, que es de sólo unos 270 yuanes. Es absolutamente irracional e inaceptable para mí, aunque puedo pagarlo. Pero, ¿por qué tengo que pagarles aparte del precio del billete si el transporte es un recurso público?
Es muy curioso que ante las medidas del gobierno, cada vez más estrictas contra los traficantes, la avidez de éstos es incluso más amenazadora. Los precios del estraperlo van cada vez más allá, y el dilema de la fiesta afecta cada vez más gente. ¿Cómo es posible que surjan tantos traficantes si se ha prohibido comprar más de tres billetes a la vez en la taquilla? Y además la policía patrulla todos los días en las estaciones de tren para prevenir los negocios secretos.
Nadie puede evitar sorprenderse al descubrir la verdad: el estraperlo existe en las mismas taquillas. Interceptan los billetes más reclamados, los cuelgan y los venden a un precio el doble que el original. ¿Quién puede competir con las mismas máquinas por donde salen los billetes? Los tranficantes comunes sí que ganan por su propia labor: velan noche tras noche, permanecen congelados al aire libre y corren grandes riesgos de ser atrapados. Mientras que los nuevos estraperlistas no consagran nada por esa barbaridad. Y ¿por qué esas personas que se lucran sin hacer nada no son castigadas? Pues dejémoslo aquí, no vayamos a explorar más allá, porque todo el mundo sabe qué intereses están en juego.
El año pasado en Guangzhou se empezó a vender billetes de tren con identificación. Algo tan natural provocó mucha polémica y discusión en todo el país. Hasta ahora ninguna otra ciudad se ha atrevido a adoptar un sistema semejante. No porque exista alguna dificultad técnica, sino porque la medida encuentra demasiada resistencia dentro de la propia industria, de arriba a abajo. Claro, ¿Cómo se puede agitar un árbol si ya tiene sus raíces firmemente agarradas al suelo, en una cadena completa y cerrada de beneficios?
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