El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, prepara su próximo viaje oficial al extranjero, esta vez a India el próximo día 24, sabiendo que tampoco allí será recibido por el primer ministro a pesar de sus intentos por fijar una entrevista al más alto nivel.
De hecho, desde que inició el turbulento desafío soberanista, Mas ha visto reducido el nivel de los interlocutores que aceptan recibirle, una señal evidente de que su estrategia de confrontación con el Estado no es bien recibida y que no puede esperar ningún apoyo significativo. Todo el apoyo que ha logrado recabar Mas se resume en declaraciones informales -luego matizadas- de dos dirigentes bálticos a la Agencia Catalana de Noticias.
En sus pocos viajes al extranjero, su predecesor, José Montilla, tuvo una agenda normal que incluía entrevistas con líderes significados; yJordi Pujol puede presumir de tener una de las agendas internacionales más importantes.
Sin embargo, las puertas de los primeros ministros se cierran ahora ante Mas. En su última visita a Bruselas, en septiembre, fracasó en su intento de reunirse con el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, o el del Consejo Herman Van Rompuy (a pesar de que este último es un reconocido nacionalista flamenco). Y eso que, como él mismo reconoció luego, no tenía intención de mencionar el proceso soberanista.
Desde luego, el mensaje más claro que han recibido los partidarios de la autodeterminación es el de la propia UE, que ha dejado claro que una Cataluña independiente tendría que renegociar su ingreso.
Si se compara con lo que sucedió en casos que los independentistas suelen citar, como los países Bálticos, se constata que incluso antes de la desaparición formal de la URSS, Washington tenía relaciones directas y al primer nivel con las tres repúblicas.
En cualquier proceso de este tipo, es esencial el reconocimiento internacional, que en el caso de Cataluña no se atisba, a pesar de queOriol Junqueras hubiera dicho en el Parlamento europeo este miércoles que «en cuanto este proceso se ponga en marcha habrá carreras para reconocer esta realidad internacional».
En el caso de Kosovo, por ejemplo, en el que existía una evidencia física del conflicto, la OTAN tomó partido en contra de Belgrado y Washington recibía (y armaba) al entonces líder guerrillero y hoy primer ministro, Hashim Thaçi. Pese al apoyo de la mayor parte de la UE, el proceso de reconocimiento internacional de esta antigua provincia serbia sigue bloqueado y el país no puede todavía ni jugar competiciones internacionales. Y un país importante como Turquía no ha logrado en 30 años que nadie reconozca a la República Turca del Norte de Chipre.
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