miércoles, 27 de marzo de 2013

SEMANA SANTA. TIEMPOS DE DOLOR


 

Son días de dolor.

Son días dolorosos.

Son días de rogar para que no se nos coma el dolor.

Los pasos de las procesiones de la Semana Santa son todos recordatorios del dolor.

La Piedad de Miguel Ángel nos dejó una imagen fidedigna de lo que nos atosiga a todos : El dolor sin nombre y sin un destinatario fijo. Todos padecemos de dolor en algún momento de nuestra vida.

Nuestra vida se parece tanto a los pasos de la Semana Santa.

Nos recuerda todo lo que somos y todo lo que seremos.

Parece que este tiempo de recogimiento es propicio para rememorar nuestras debilidades como seres humanos.

Todos tenemos que ser conscientes de que este mundo nos acoge el día de nuestro nacimiento con alegría. Crecemos y nos hacemos adultos. Vienen los hijos y luego los nietos en un continuo caminar por la vida.

La época que anualmente nos recuerda el dolor de una madre por su hijo, condenado a morir en la Cruz, es un momento de hacer un alto en el camino y tratar de interiorizar las enseñanzas de una tradición que se mantiene a través de más de 2.000 años de historia.

Podemos no ser creyente. Podemos no tener ninguna idea religiosa de ninguna de las miles de religiones que han existido, que existen y que posiblemente existirán, después de nuestro  efímero paso por esta vida terrenal.

Pero lo incuestionable es que existió alguien que dejó una huella indeleble en la humanidad.

Algunos me dirán que han existido otros como El.

No es verdad.

Después de El y al cabo de más de 600 años de su muerte y resurrección se produjo un hecho insólito :  Se inició una nueva religión basada en grandes coincidencias con la que se había consolidado en estos 600 años. Se llamó con otro nombre y tuvo otro dios y otro profeta, pero se parecían ambas como dos gotas de agua al abrazar a un solo dios, desterrando a los cientos de dioses de los anteriores seres que poblaron la tierra.

Lo mejor de todas las religiones es que, unas más y otras menos, se esfuerzan en hacer comprender a los seres humanos la debilidad de nuestra existencia.

Nos dicen que debemos de ser buenos con nosotros mismos y con los demás.

Nos prometen otra vida. Cosa imposible de comprender con nuestras pobres y defectuosas mentes.

Nos dicen que nos castigarán si no somos buenos o hacemos daño a los demás.

Sin que nos lo diga nadie es una norma básica de nuestra convivencia entre todos los que habitamos este mundo en un momento determinado.

Pero hay muchos seres que no lo entienden así. Son los que se erigen en nuestros depredadores sin cuartel. Creándonos este eterno malestar de guerras interminables y malas prácticas continuas que nos ahogan y no nos dejan vivir.

Todos tenemos  infinidad de enemigos que nos desean lo peor de esta vida por ser personas cabales y que no hacemos daño a nadie.

La maldad diabólica está instalada entre nosotros y nos lleva de un lado al otro con total impunidad. Somos incapaces de hacerle frente con nuestras pobres mentes.

Muchísimos seguidores del mal nos atosigan cada día y nos dejan sin aliento con sus ataques inhumanos.

Por esto es tan importante que, si seamos seguidores de Cristo o no lo seamos, que aprendamos de sus enseñanzas lo que más nos importa : No hacernos daño los unos a los otros. Respetarnos todos, como el nos respetó. Creer que sin misericordia no existe nada. La venganza y las malas artes en la vida llevan su castigo. Y tantos y tantos buenos sentimientos que nos harán mejores a los ojos de los demás.

Cuando pasen estos días y volvamos a las tareas cotidianas, esperemos que nos hayan marcado y nos hayan hecho más buenas personas.

Si tenemos el don de ser buenas personas conseguiremos que los demás lo sean también.

No tenemos duda de que estamos en tiempos muy dolorosos, tanto por los días de la Semana Santa como por los días, semanas, meses y años de dolor que nos ha tocado vivir desde que un iluminado llegó al gobierno hace unos nueve años y nos ha dejado postrados, sin aliento, sin nada de futuro y con posibilidades grandes de no volver a ser como antes de su entronización como presidente del gobierno de España.

Pero esto es otro dolor.

Es un dolor mundano.

Estamos a la espera de que saquen alguna medicina que nos atenúe el dolor. Y a ser posible, nos lo erradique totalmente. Aunque para ello tengamos que padecer una pérdida traumática de alguno de nuestros apreciados miembros.

Es mejor perder un miembro que perder la vida por salvarnos todo el cuerpo.

Entendamos que me refiero a un cuerpo metafísico y no a nuestro cuerpo físico.

Cada día tenemos una de cal y otra de arena.

Unos dicen que se terminan los sufrimientos, como si nos acogiéramos a los dolores de la Semana Santa y se fueran con ella.

Otros dicen que nuestro sufrimiento aún nos durará mucho más tiempo.

Yo quisiera creer a los primeros y que la resurrección fuera para todos igual que fue la anterior : Una Gloria inmensa.

Todos rogamos incesantemente para que nuestros dirigentes encuentren la solución a todos nuestros problemas.

Tenemos necesidad de que se terminen los dolores a que nos tienen acostumbrados y podamos vivir en paz y prosperidad de una vez por todas.

Si lo logran recibirán nuestras bendiciones. Si no lo logran que Dios se lo demande. Ya que nosotros pobres mortales poca cosa podemos hacer.

Yo quiero creer más a los que nos dicen que se han terminado los tiempos de sufrimientos y dolores que a los que pronostican que seguiremos con los mismos o más ataques a nuestra mísera vida como habitantes de este país.

Aunque no lo creo posible, yo y la inmensa mayoría de habitantes de España, seríamos inmensamente felices, si los partidos políticos, sean los que gobiernan en alguna región, en algún ayuntamiento, en al gobierno central y los de la actual oposición a cualquiera de ellos, se reunieran y pusieran de su parte todo lo que sea necesario para crear las condiciones necesarias para una nueva resurrección del cuerpo de nuestra pobre nación, tan menospreciada y tan martirizada a que la tienen sometida entre unos y otros.

La tienen entre todos tan martirizada y descuartizada que ya solo nos falta que nos claven en la cruz. Pues la hiel ya nos la están dando para beberla cada día desde hace años.

Esperemos que llegue nuestro particular Domingo de Gloria y recibamos la buena nueva de que nuestras penas se terminan ya de una vez por todas.

Si no es así, tendremos que esperar al Lunes de Pascua para poder comer la mona en paz y sin malos augurios. Sea este lunes de Pascua. Y si no es posible este lunes, que sea cuanto antes.

Así lo deseo para el bien de todos nosotros, de nuestro país y de todo el mundo.

 

El Abuelo esperanzado

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